El sacerdote dijo que la primera vez que lo vio entrar en la iglesia, cabizbajo y despacio, no tuvo valor para echarlo. Lejos de ello, Don Donato, el cura del pueblo, le permite estar en la iglesia durante las misas y para el resto del día le ha habilitado un cobijo fuera de ella pero en su recinto. Dice que sería incapaz de romper el hilo de esperanza que mantiene el perro atado a la memoria de su dueña.
Se acuesta junto al sacerdote mientras este da la comunión, o se sienta junto al altar durante la misa con la mirada perdida y aire nostálgico. Los feligreses se han acostumbrado a él y lo ven como uno más dentro de la iglesia.
Esta historia recuerda a la de otro perro, Hachiko, cuya vida fue llevada al cine en una gran película protagonizada por Richard Gere, ese perro que estuvo durante años esperando el regreso de su amo, que había fallecido, en una estación de tren.
Ciccio se ha convertido en una celebridad en San Danos, un pueblo de 7.000 habitantes. Es un poco el perro de todos. Lo alimentan, le dan cobijo y sobre todo, mucho cariño.